Game Over I

6–9 minutos

¿Has sentido alguna vez que eres un personaje de un videojuego? ¿Que las situaciones que vives diariamente son las pruebas para superar sus distintos niveles? ¿Que las personas que te rodean y los paisajes que ves son solo rellenos del programa? ¿Cómo sabemos que no vivimos en una realidad falsa de la que no podemos escapar?

Dudar de que nuestra existencia sea “real” y no un sueño, un mundo paralelo o un engaño, ha estado presente en la filosofía, en la literatura e incluso en la ciencia a lo largo de la historia.

Ya en el siglo V a. C. Platón nos presentaba su “Teoría de las Ideas” a través de varias obras como “La República” y “Fedón” y sobre la cuál nos hemos referido en la entrada “El Alfabeto del Universo”. En el siglo IV a. C. el filósofo chino Zhuangzi dudaba sobre la realidad en su “Sueño de mariposa” donde Zhuang Zhou soñó que era una mariposa feliz y que al despertar de repente no sabía si había soñado que era una mariposa o una mariposa había soñado que era Zhou.

Zhuang Zhou a la hora de la siesta

En 1641, el filósofo René Descartes concibió en la primera de sus “Meditaciones Metafísicas” la existencia de un “genio maligno” que nos engañaba y nos hacía creer que todo lo que conocemos del mundo era solo una ilusión de nuestra mente, sin ninguna existencia real.

Más contemporáneo a nuestro tiempo y, quizás, la propuesta más sorprendente por venir de la ciencia, se resume en la “Paradoja del cerebro de Boltzmann”. Un cerebro de Boltzmann es una entidad hipotética consciente de si misma y que flota en el espacio, dentro de él se produce la ilusión del mundo en el que vives, un mundo que no existe realmente.

Tú puedes estar un cerebro de Boltzmann y no saberlo

Esta “descabellada” idea de la falsa realidad ha llegado incluso al cine, siendo una representación mítica la película “Matrix” de 1999, dirigida por las hermanas Wachowski, donde los humanos viven dentro de una realidad creada por máquinas. Y puede que inspirado por ella, surgió un curioso experimento mental conocido como «La teoría de la simulación» que no tiene desperdicio.

Fue Nick Bostrom, filósofo y profesor universitario, vinculado al transhumanismo, quien en el año 2003, nos planteó en su artículo “¿Vive en una simulación de computadora?” la posibilidad de que en el futuro exista una sociedad posthumana con unas capacidades cognitivas tan avanzadas, que haya podido desarrollar un gigantesco potencial informático con el que replicar a humanos conscientes. Esos humanos estarían insertados, a su vez, en una simulación virtual que reprodujera un mundo igual al que vivimos. Bostrom lo llama “simulación de ancestros”.

Pero ¿para qué iban a querer los posthumanos gastar su tiempo y recursos en crear una simulación así?

Pues para fines científicos, para aprender de una recreación de un momento preciso de la historia o simplemente como diversión, como cuando nos entretenemos jugando a “Los Sims”.

Los «Sims» en acción

Si esto fuera correcto, la conclusión sería que nosotros y nuestro mundo sería tan solo una simulación ejecutada por dicha generación posthumana. Para comprobar dicha posibilidad, Bostrom parte de tres premisas de las cuales, al menos una de ellas, considera que tiene que ser cierta. Dichas premisas son las siguientes:

1.- Es muy probable que la especie humana se extinga antes de alcanzar la etapa posthumana

2.- Es extremadamente improbable que cualquier civilización posthumana ejecute un número significativo de simulaciones de su historia evolutiva

3.- Es casi seguro que vivamos en una simulación por computadora.

Sobre la número 1, afirma que es casi seguro que la humanidad no alcanzará un nivel posthumano porque ninguna especie en nuestro nivel de desarrollo lo consigue, por lo que es difícil justificar que la nuestra sea una excepción. Como vimos en la entrada “¿Hay Algún Alien en la Sala? II” una hipótesis del porqué no hemos tenido contacto con alguna civilización extraterrestre es debido a la existencia de el “Gran Filtro”, es decir, por una serie de eventos que hace que muy pocas civilizaciones consigan llegar a una etapa posthumana. La nuestra podría extinguirse por la caída de un meteorito o por el desarrollo de una inteligencia artificial peligrosa, como vimos en la entrada ”Mas allá de la singularidad I”.

Al final, si no es un meteorito, algo acabará con nosotros

Sobre la número 2, concluye que sólo una fracción insignificante de civilizaciones posthumanas querrían ejecutar simulación de ancestros. Esto implica que todas estas civilizaciones convergen en algún tipo de prohibición ética que impida ejecutar simulaciones por el sufrimiento que se le pudiera provocar a los seres de la simulación. También puede ser que el valor científico que pudiera tener la simulación de ancestros, para las civilizaciones posthumanas, fuera insignificante e incluso como actividad recreativa, considerándola como una forma muy ineficaz de obtener placer. Esto implicaría que las sociedades posthumanas serán muy diferentes a las actuales y no contendrán personas relativamente ricas con deseos similares a la de los humanos actuales (porque a los humanos actuales se supone nos gusta hacer estas cosas) y libres para realizar dichas actividades.

Puede que a los posthumanos no les guste jugar con los sentimientos de los seres simulados

Sobre la número 3, concluye que el universo observable es sólo una pequeña parte de la totalidad de la existencia física y que la física del universo donde se encuentra la computadora que ejecuta la simulación puede no tener que parecerse al nuestro (porque hay que tener en cuenta que la computadora se encuentra en el nivel fundamental de la realidad y nosotros no). Incluso puede suceder que las civilizaciones simuladas se vuelvan, a su vez, posthumanas y lleguen a ejecutar sus propias simulaciones en máquinas virtuales. Esto nos podría hacer concluir que los posthumanos que ejecutan nuestra simulación sean también seres simulados por otros creadores, y éstos, por otros. Por tanto, la realidad estaría compuesta de muchos niveles que irían aumentado con el tiempo. Claro que esta hipótesis de multiniveles podría incrementar mucho el costo de las computadoras del nivel fundamental de la realidad (¡su potencia tendría que ser indescriptible!) por lo que para ahorrar, podrían extinguir a nuestra civilización antes de alcanzar la posthumanidad (lo que no sería muy buena noticia)

Multiniveles anidados

Respecto a los multiniveles, Bostrom establece una analogía con la religión, ya que los posthumanos que ejecutan la simulación serían dioses en relación a los habitantes simulados, pues ellos crearon su mundo; serían de inteligencia superior; serían omnipotentes, porque podrían interferir en nuestro mundo violando sus leyes físicas; y serían omniscientes, ya que podrían controlar todo cuanto sucede dentro de éste. Sin embargo, todos los semidioses (dioses simulados) estarían sujetos a las sanciones de los dioses más poderosos que han creado su mundo, con excepción de aquellos que habitan el nivel fundamental de la realidad. Una conclusión que obtiene Bostrom es que los seres humanos aceptaríamos que el trato recibido por nuestras acciones, las recompensas obtenidas y castigos infligidos dependerían de criterios morales de nuestros simuladores, y éstos a su vez, de los suyos, lo que movería a todos los niveles a comportarse de manera virtuosa. Incluso los habitantes del nivel fundamental de la realidad estarían envueltos en esta espiral moralista al no estar seguros completamente de vivir en dicho nivel fundamental.

En manos de la moral de nuestros dioses

También puede suceder que las simulaciones se realizaran de forma que incluyan tan solo a un pequeño grupo de personas, o incluso, a solo un individuo, convirtiéndose el resto de la humanidad en una especie de zombis, es decir, humanos apenas suficientemente esbozadas para que los verdaderamente simulados no notaran nada raro. Esta idea sería similar a la idea del “zombi filosófico” como vimos en la entrada “¿Zombis o Fantasmas? I». Esto saldría más barato. Y si se reducen partes de la vida de los seres simulados y se reemplaza el intervalo por recuerdos falsos, todavía lo sería más.

Al final, Bostrom concluye que si la posibilidad 1 es cierta, entonces nos extinguiremos antes de llegar a la posthumanidad. Si es cierta la 2 entonces todas las civilizaciones avanzadas convergerán de manera que en ninguna de ellas existan seres relativamente ricos que quieran ejecutar simulaciones y sean libres para hacerlo. Si la 3 es cierta, entonces es seguro que vivimos en una simulación. Pero, considera mejor repartir la probabilidad de manera uniforme entre las tres premisas.

Son muchas las implicaciones que conlleva vivir en un mundo simulado

¿crees que saber la verdad te dejaría indiferente?

Si quieres saber más, sígueme a la segunda parte.

Referencias: