La ciencia ficción y los poshumanistas nos muestran un futuro repleto de situaciones extraordinarias e inquietantes. Mediante el teletransporte podremos viajar de forma inmediata a cualquier parte de la galaxia, al mejor estilo de “Star Trek”. Gracias a la ingeniería inversa, todos los secretos del cerebro humano serán desvelados y se podrán construir computadoras con conciencia de sí mismas como le sucede al ordenador “HAL 9000” en “2001, Odisea del Espacio”.

Incluso llegarán a ser tan extraordinariamente inteligentes que tendrá un conocimiento prácticamente omnisciente, con el peligro de que puedan volverse contra la humanidad como se plantea en “Matrix” o “Terminator”. También vaticinan que las personas se fusionarán con las inteligencias artificiales como en el manga “Ghost in the Shell” e incluso les transferirán su mente, como si de un conjunto de archivos informáticos se tratara y, gracias a ello, se podrá vivir para siempre sin necesidad de soporte biológico alguno, como sugiere la serie de televisión “Upload”.

¿Pero qué tanto de verdad puede haber en esta visión de futuro?
Desde la perspectiva de hoy en día, todo resulta pura ficción, pero cuando pasen cien o doscientos años… ¿nos acercaremos a ese escenario o simplemente hablamos de hechos imposibles por más que avancen la ciencia y la tecnología? Si el desarrollo tecnológico nos permitiera fabricar un cerebro humano ¿se podría crear la mente de una persona?
Y si pudiera hacerse ¿significaría que somos meros robots y que lo que llamamos “conciencia de nosotros mismos” es tan sólo la respuesta al funcionamiento del cerebro? ¿es nuestra idea del “yo” falsa? ¿es nuestra existencia un fraude? Y si todo es tan previsible ¿poseemos libre albedrío?
Para responder a estas preguntas vamos a ver algunas explicaciones que se han dado en este antiguo debate sobre la naturaleza de la conciencia, pero ya os adelanto que, hoy por hoy, ni la ciencia ni la filosofía puede dar respuesta a este misterio.
Solo el futuro nos dirá que bando ha ganado esta fascinante disputa
Descartes creía que la mente y el cerebro eran dos entes independientes que podían existir por separado. Uno de origen espiritual y otro de origen material. Este pensamiento dualista ya nos advierte que, si una parte de la realidad no es material, no podrá ser replicada. Para Descartes la existencia de la mente era menos dudosa que la existencia del cuerpo: “Pienso, luego existo”. Sin embargo, no se puede comprender cómo el cuerpo que es físico podía influir sobre la mente que no lo es. Este problema condujo al filósofo Gilbert Ryle a definirlo como “El fantasma de la máquina” al preguntarse cómo podía el “fantasma” pensante mover la “máquina” del cuerpo.
El fantasma en la máquina
Más próximo a nuestros días, el Nobel de Medicina John Eccles no creía que el cerebro fuera la causa de la conciencia, ni de las actividades de ésta. Basándose en la teoría del filósofo Karl Popper dividió la existencia en 3 mundos: uno para los objetos, otro para la mente y otro para las creaciones de ésta, como la ciencia, el lenguaje o el arte.

Aunque nuestro cerebro recibe la información de los sentidos sólo percibimos nuestro entorno cuando llega a nuestra mente. Ésta, a su vez, actúa sobre los procesos cerebrales, como cuando deseamos coger un objeto y el cerebro obedece transmitiendo la orden de movimiento a los músculos. Eccles denominó esta explicación como dualismo interaccionista. Si esta teoría fuera cierta sería imposible construir un robot consciente, ya que al replicar el cerebro humano penetraríamos tan solo en el mundo material y no en el de la mente.
Pero, no todos los pensadores están de acuerdo con esta idea dualista de mente y cuerpo. Hay quienes creen que sólo existe la mente (idealistas) y otros que creen tan sólo existe el cerebro y que cuando lo conozcamos del todo encontraremos todas las respuestas (fisicalistas). Este último enfoque encajaría completamente con un futuro de robots autoconcientes. Vamos a echar un breve vistazo a algunos ejemplos de estas teorías.
Para el idealismo subjetivo la realidad es una construcción de nuestra mente, los objetos no tienen existencia si no somos conscientes de ellos. Una versión extrema de esta idea es el solipsismo del que ya hablamos en “Yo pienso, luego tú existes”. En su versión moderada, la realidad es matizada por la mente de forma que cada individuo tendría una visión particular del mundo según piensa y siente, es decir: «… todo es según del color del cristal con que se mira». El obispo Berkeley es un representante del idealismo. Como vemos esta idea se aleja absolutamente de la posibilidad de réplicas mentales.
Para el fisicalismo todo cuanto existe es materia, por lo que se opone totalmente al idealismo. Como toda la realidad puede explicarse por las leyes de la física, la conciencia también puede ser explicada por ella. El neurocientífico Francis Crick, premio Nobel de Medicina opina que:
“Todas nuestras alegrías y sufrimientos, nuestras ambiciones y memorias, el sentido de nuestra identidad y de nuestro libre albedrío, no son más que el funcionamiento de amplias redes neuronales y de las moléculas asociadas a estas conexiones neuronales”
Para el filósofo Daniel Dennet la mente es solo una máquina formada por los “robots” minúsculos que son las neuronas. La conciencia es real, pero tan real como lo puede ser la pantalla de un móvil a la que creemos someter cuando pulsamos sus iconos y pensamos que dominamos su hardware, pero en el fondo tan solo contribuimos a la actividad interna del propio móvil. Es lo que los expertos denominan la “ilusión del usuario”.
El ser humano cree que la conciencia es importante, pero tan solo es la “ilusión” del usuario del cerebro. Para estos teóricos, sería compatible la llegada de una tecnología que pudiera replicar la conciencia humana, pues todo es cuestión de desentrañar todos los secretos del cerebro que es la clave. La conciencia no encierra nada “sobrenatural” que no pueda ser replicado.
En contra del fisicalismo, el filósofo David Chalmers propuso un experimento mental denominado “zombi filosófico”. En esta ocasión, el zombi tiene el mismo aspecto que un ser humano, es decir, no es como lo pintan en las películas, ya que no se les va cayendo la piel putrefacta ni nada de eso, pero carecen de conciencia. No poseen qualia, concepto que ya vimos en la entrada “El misterio de los qualia”. Si algún humano intentara hacerles daño, al estilo “The Walking Dead” es muy posible que gritaran y si resistieran con un gesto de dolor, pero no tendrían una experiencia subjetiva de dolor real, reaccionarían así tal vez porque así lo hacen quienes sienten dolor de verdad, una costumbre, pero por dentro estarían «muertos».

No sería como «The Walking Dead», no
Chalmers compone un mundo zombi completamente indistinguible del mundo humano, pero donde sus habitantes no pueden desarrollar conciencia ya que no son capaces de sentir. Con este experimento intenta demostrar que la conciencia no se puede reducir a lo material, ni hacer un paralelismo entre el funcionamiento de la mente y del cerebro, de ser así el mundo estaría lleno de “zombis”. Con la explicación física podemos entender la estructura y determinadas funciones cerebrales, pero no por qué éstas dan origen a la conciencia. Su postura se ubica en el dualismo de propiedades que defiende que, aunque la conciencia existe en el mundo físico, las experiencias conscientes o subjetivas existen en un plano diferente.
¿Significa por ello que no podemos llegar a tener nunca un conocimiento completo de la realidad?
No necesariamente, puede que la solución se encuentre en una nueva teoría física, en unas posibles leyes psicofísicas, aún por descubrir.
Esto no acaba aquí, sígueme a la segunda parte
Referencias:
-«Del problema mente-cuerpo al problema mente-cerebro». Pascual F. Martinez-Freire. Universidad de Málaga
–La ciencia de la relación entre mente y cerebro
–¿Es nuestra consciencia simplemente una ilusión?
–Los zombis filosóficos: un experimento mental acerca de la consciencia