¿Hay Algún Alien en la Sala? III

7–11 minutos

Tras un encuentro con una civilización extraterrestre, lo que sucediera a continuación dependería exclusivamente del tipo de ética que caracterizara a dicha civilización, pues estaríamos en manos de unos seres más avanzados que nosotros. Y es que éstos podrían ser egoístas o universalistas. Si son egoístas, desearán maximizar su propio interés y si son universalistas desearán maximizar el interés de todos. La ética de los seres humanos suele ser antropocéntrica porque otorga valor intrínseco a todo lo que se refiere a lo humano, como la vida, la felicidad, etc. esto los convierte en egoísta frente a otras posibles civilizaciones. De todas formas, ante a un encuentro con una civilización extraterrestre, se pueden concluir diferentes consecuencias dependiendo del grado de dicho encuentro y del tipo de civilización contactada.

¿Qué pasaría si el contacto fuera una mera comunicación sin contacto directo?

Podría ser beneficioso para la humanidad porque tendría implicaciones muy profundas para la ciencia, la filosofía, la religión y la sociedad. La constatación de la existencia de extraterrestres respondería a la antigua pregunta filosófica de si estamos solos y replantearía nuestro papel en el universo como seres inteligentes.

En una encuesta realizada en Internet por Douglas Vakoch del equipo de científicos sociales del Instituto SETI, se determinó que existía una correlación entre quienes pensaban que el ser humano ocupaba un lugar privilegiado en el orden de todas las cosas (antropocentrismo) y la posibilidad de que no creyesen en la existencia de vida extraterrestre. Y es que, al igual que Copérnico desplazó a la Tierra de su posición privilegiada en el sistema solar, la existencia alienígena expulsaría a los seres humanos como seres únicos dotados de inteligencia en el universo.

El ser humano en el centro del universo

Una de las interpretaciones de la naturaleza que más han contribuido a recuperar el antropocentrismo es el principio antrópico de Barrow y Tipler, del que hemos hablado en la entrada “En el ombligo del universo” y el ajuste fino del universo explicado en “¿Qué pasaría si…?” y “Curiosidades primigenias”. Recordemos que dicho principio parte de la reflexión sobre lo sensible que son las condiciones para que exista vida en el universo y cómo ésta no podría existir si algunas de las constantes universales hubieran tenido un valor distinto. Por lo que surgía la pregunta de por qué el universo, de todas las combinaciones posibles, había adoptado la única donde la vida pudiera darse. Esto hizo que cosmólogos como John Barrow se planteara si el motivo fuera la necesidad de que surgieran observadores, es decir, vida inteligente, ya que la evolución de la vida en la Tierra había llevado de la existencia más simple a la sofisticación de los seres humanos inteligentes. Sin embargo, el principio antrópico no tiene por qué reducirse exclusivamente a la existencia de seres humanos, puede ser compatible con el surgimiento de civilizaciones extraterrestres autoconcientes, inteligentes y capaces de acumular conocimientos. El descubrimiento de vida inteligente fuera de la Tierra implicaría que existe un principio de complejidad creciente que actúa en todo el universo, que facilita el surgimiento de la vida, la inteligencia y la tecnología lo que pondría fin a esta discusión entre científicos arrastrada durante décadas.

Por otro lado, para algunas personas religiosas el mero contacto con extraterrestres pudiera resultarles dañino. Los cristianos serían los más amenazados porque para ellos Jesucristo vino a la Tierra a salvar a la humanidad específicamente y no a unos hipotéticos extraterrestres inteligentes. Al ser el único hijo de Dios, como dice la Bíblia, la idea de que se pudiera encarnar en millones de planetas con apariencia de extraterrestre sería una herejía.

La mera detección también podría provocar conflictos sociales o políticos especialmente relacionados por cómo responder o interpretar dicho contacto. Ya existen desacuerdo sobre el hecho de enviar mensajes a los extraterrestres como vimos en la entrada anterior respecto a la actividad del METI.

Llamando a la Tierra

Según el punto 7 de la “Declaración de los principios concernientes a la actividades posteriores a la detección de inteligencia extraterrestre” de la Academia Internacional de Astronáutica (IAA) , no se debería enviar ninguna transmisión en respuesta de señal extraterrestre hasta que no haya tenido lugar las necesarias conferencias internacionales. También se aconseja al descubridor que informe al gobierno del país donde se encuentre el radiotelescopio, para que después pueda convocar libremente una conferencia de prensa o una comunicación pública. Sin embargo, esto puede complicarse porque puede haber varias personas y varios países implicados. Además la información podría filtrarse antes de finalizar los tramites diplomáticos.

Otros desacuerdos estarían relacionados con quién debiera responder al mensaje. Si éste fuera preparado por un comité, estaría elaborado por un acuerdo de mínimo común entre sus miembros, por lo que, probablemente estaría compuesto por banalidades. Si la respuestas la diera un solo dirigente político o religioso se podría “liar una buena”. Si se hiciera con la colaboración de cada grupo cultural diverso se terminaría por engendrar un mensaje bastante incoherente, como sucedió con las dos naves Voyager a las que colocaron fonógrafos con grabaciones en cincuenta y cinco idiomas, sonidos de animales, selección de músicas y declaraciones de Jimmy Carter y el Secretario General de la ONU.

Las ecuaciones de Maxwell describen por completo los fenómenos electromagnéticos

Y esto nos lleva a especular cómo tendría que ser el mensaje para ser entendido y qué debería expresar. El físico teórico Paul Davies propone que tendría que estar basado en conceptos matemáticos y físicos, ya que éstos poseen un significado universal, trascienden la mente humana y nos pone en contacto con lo más profundo de la naturaleza. Cualquier ser inteligente en en universo podría demostrar los mismos teoremas matemáticos a partir de los mismos principios lógicos, y como las leyes universales de la física se manifiestan en forma de regularidades matemáticas, éstas son la clave para el entendimiento entre los humanos y los extraterrestres. Por ejemplo, si éstos conocen los principios de la radio, entonces deben conocer necesariamente las ecuaciones de Maxwell. También conocerán, por ejemplo, la teoría general de relatividad de Einstein o la teoría cuántica de campos. Si les mostramos que hemos alcanzado dicho nivel de conocimientos podrán juzgar nuestro nivel de desarrollo. Si la civilización contactada es cooperativa podría servirnos para adquirir mayor conocimientos en todas las ciencias, podríamos obtener la cura para muchas enfermedades y aprenderíamos sobre la biología y el mundo natal de los alienígenas.

Sin embargo, si la civilización de un posible contacto no fuera amigable, podríamos resultar gravemente perjudicados. Por ejemplo, nos podrían enviar información mediante un mensaje que, a modo de un virus informático, terminara por dañar nuestra tecnología. Incluso podríamos recibir información para la construcción de un dispositivo peligroso, aunque aparentemente benigno para nosotros.

¿Qué pasaría si el encuentro fuera un contacto directo?

¡Dios nos coja confesados!

Si los extraterrestres fueran egoístas como vimos antes, entonces tan solo les importaran sus propios intereses, sus vidas y su bienestar. El geógrafo Jared Diamond piensa que se pueden comportar igual que nosotros cuando hemos descubiertos a otros seres inteligentes de la Tierra, como otros humanos desconocidos o chimpancés. Podrían matarnos, infectarnos, conquistarnos, desplazarnos, disecarnos para los museos o utilizarnos para investigaciones médicas. También podrían usarnos como entretenimiento al igual que utilizamos a los leones marinos y la focas por su talento para equilibrar una pelota de goma en sus narices. Todo esto daría lugar a un conflicto de lucha entre dos civilizaciones, algo parecido a “La guerra de los mundos” de H. G. Wells donde sólo un milagro podría salvarnos.

Las civilizaciones extraterrestres universalistas también podrían dañarnos si llegasen a la conclusión que así podrían proteger aquello que valoran más. Por ejemplo, nos podrían destruir y usar nuestros recursos de manera más eficiente para otras vidas o para maximizar el número total de civilizaciones, su diversidad o alguna otra consideración importante para ellas. También podrían observar nuestra rápida y destructiva expansión en la Tierra y concluir que somos una amenaza para otras civilizaciones en nuestro proceso expansivo, por lo que nos atacarían para proteger esos otros mundos. Esta rápida expansión civilizatoria de la humanidad podría ser descubierta por los extraterrestres ya que estamos cambiando la composición de la atmósfera, por ejemplo, con la emisiones de gases de efecto invernadero, lo que se detectaría a través la firma espectral de la Tierra.

Por otro lado, puede que esas civilizaciones extraterrestres universalistas nos dañen de forma no intencionada como, por ejemplo, mediante la transmisión de enfermedades a la humanidad directamente o a organismos fundamentales para nuestra alimentación como el ganado o las plantas de cultivo. Esto podría causar la extinción generalizada de muchas especies, incluso de la humanidad.

Otra forma de dañarnos podría ser por un acto de incompetencia, por ejemplo, desatando el equivalente a una inteligencia artificial no benévola o utilizando sondas replicantes automatizadas (sondas de von Neumann), es decir, naves enviadas a otros sistemas solares para buscar materiales en asteroides, lunas, planetas, etc, y luego crear réplicas de sí mismas que serían enviadas a otros sistemas estelares. Dichas naves podrían desatar una oleada de colonización catastrófica por toda la galaxia destruyendo civilizaciones. Esto podría suceder si tales naves tuvieran un diseño defectuoso o por la intención deliberada de las sondas inteligentes.

Sondas autorreplicantes sin malas intenciones

En definitiva, no tenemos respuestas a la pregunta de si existen otros seres en algún lugar del universo que contemplen la belleza del cielo nocturno al mismo tiempo que nosotros. Pero sea cual sea la respuesta, no podemos olvidar las palabras de Arthur C. Clark:

«A veces creo que hay vida en otros planetas y a veces pienso que no. En cualquiera de los dos casos, la conclusión es asombrosa»

Referencias