Bonito Planeta, Nos Lo Quedamos

Como vimos en la entrada “¿Qué pasaría si…?”, para que el universo pueda desarrollar vida se han tenido que cumplir una serie de requisitos, tan ajustados y precisos, que nuestra existencia es un suceso que roza prácticamente lo imposible. Esta dinámica de extrañas “coincidencias” también se extiende a nuestro propio planeta haciendo de él un lugar excepcionalmente privilegiado para el desarrollo de la vida. Vamos a echar un vistazo al pasado más remoto de la Tierra para comprender cuales son estas características tan peculiares.

En primer lugar, nuestro planeta se formó por una serie precisa de colisiones entre protoplanetas (cuerpos celestes como embriones planetarios). Si estos protoplanetas hubieran colisionado de forma diferente, la Tierra podría haber tenido un tamaño distinto del que posee. De haber sido más pequeña, su gravedad en superficie sería más débil y habría perdido su atmósfera con rapidez, además, su interior se habría enfriado demasiado para generar un fuerte campo magnético. 

Asimismo, los planetas pequeños suelen tener órbitas peligrosamente erráticas. Si, por el contrario, la Tierra hubiera sido más grande habría retenido gases primordiales venenosos. Como hemos visto, gracias a su tamaño exacto, nuestro planeta posee un fuerte eje magnético que contribuye especialmente a su habitabilidad… ¿Por qué?

El viento solar golpea constantemente el campo magnético terrestre en la zona orientada hacia el sol, a una velocidad de 400 km/s y lo comprime. Debido a la fuerza opuesta ejercida por éste, las partículas del viento solar no pueden avanzar más y son desviadas por el campo magnético rodeando al planeta. Esta capa protectora se denomina magnetosfera. Aunque dicha capa evita que las partículas energéticas lleguen a nuestra atmósfera, algunas consiguen entrar cerca de los polos magnéticos y al interaccionar con los gases se desprende un espectro óptico denominado aurora boreal en el hemisferio norte y aurora austral en el sur.
Si no existiera el eje magnético terrestre, la vida en la Tierra no sería posible porque el viento solar está formado por protones y electrones que al impactar disociarían los átomos de oxígeno e hidrógeno, permitiendo escapar a éstos últimos, por lo que la Tierra perdería la mayoría del agua de la atmósfera y de los océanos hacia el espacio.Igualmente, el campo magnético terrestre nos protege contra los rayos cósmicos (partículas subatómicas de gran energía procedentes del espacio exterior), éstas partículas están eléctricamente cargada y son desviadas por dicho eje. De no ser así, atravesarían nuestros cuerpos y romperían los núcleos de nuestras células.


Aquí os dejo un precioso vídeo sobre la aurora, con música de Lisa Gerrard y Hans Zimmer (Now We Are Free). Que lo disfrutéis


La Luna fue el resultado de la última decisiva colisión que tuvo la Tierra con un protoplaneta (denominado Theia como la diosa griega madre de la diosa lunar Selene). Según la “Teoría del gran impacto” esta colisión tuvo que ocurrir en un ángulo exacto, ya que si hubiera sido más directo la Tierra se hubiera destruido y si hubiera sido menos directo Theia se hubiera desviado sin producir la necesaria colisión.

Sin la oportuna creación de la Luna, la Tierra daría una vuelta cada 8 horas en lugar de cada 24. Esta velocidad provocaría unos vientos de tal magnitud que la atmósfera tendría mucho más oxígeno y el campo magnético sería 3 veces más intenso, por lo que la vida hubiera evolucionado de forma distinta a como lo ha hecho.


Por otro lado, la gravedad de la Luna impide que el eje de la Tierra se bambolee. 

¿Qué quiere decir esto?
La Tierra tiene una inclinación de 23,5° en su órbita alrededor del sol y gracias a ella gozamos de las cuatro estaciones. Pero, al igual que las peonzas, después de girar un rato, ésta comienza a bambolear y termina por caerse. Si esto sucediera en la Tierra, sólo tendríamos dos estaciones, un verano terriblemente caliente de seis meses donde el sol no se pondría nunca y un invierno enormemente frío y sin sol. Como consecuencia las plantas no sobrevivirían y tampoco los animales.

La Luna también actúa sobre la Tierra provocando grandes mareas en sus océanos. Gracias a estas mareas se forman charcas especialmente en estuarios y bahías pequeñas. Sin su influencia no existirían estos lugares tan valiosos para el desarrollo de la vida. Igualmente la Tierra se encuentra afortunada por la presencia del planeta Júpiter en el Sistema Solar, ya que se ha demostrado que desvía los asteroides y cometas al espacio exterior. Si Júpiter hubiera tenido un tamaño menor, su gravedad habría sido más débil permitiendo que éstos cayeran a la Tierra haciendo imposible la supervivencia.

Otra circunstancia extraordinaria es su ubicación. Aunque no lo parezca a simple vista, la Tierra está situada en un lugar privilegiado que recibe diversos nombres como “Zona Habitable”, “Zona Goldilocks” o “Zona Ricitos de Oro” en referencia al cuento infantil “Ricitos de Oro y los tres osos” en relación al pasaje donde la protagonista entra en la cabaña de unos osos ausentes que tenían la mesa puesta y en ella tres tazones de sopa de distinto tamaño. Tras descartar la sopa del tazón grande, por estar demasiado caliente, y la del pequeño, por estar demasiado fría, terminó por beberse la del mediano que se encontraba en la temperatura ideal.

Lo mismo le sucede a nuestra Tierra. La distancia que la separa del sol es también la ideal para que no nos abrasemos como Mercurio, ni nos muramos de frío como sucede en Marte, permitiendo que exista agua en estado líquido en su superficie, condición indispensable para que pueda sustentar vida.
Uno de los grandes misterios es cómo la Tierra ha podido conservar un clima estable durante 4.000 millones de años, cuando en sus orígenes el Sol llevaba muy poco tiempo brillando y emitía entre 1/4 y 1/3 de menos luz que ahora. Se han propuesto varias hipótesis para explicar este equilibrio medioambiental, pero hasta ahora no hay nada concreto. 


Nuestro Sistema Solar se encuentra, a su vez, en la zona «Ricitos de Oro” de la galaxia; la Vía Láctea. Un lugar suficientemente lejos de su centro para evitar la influencia de su agujero negro, de las radiaciones de las supernovas y las inestabilidades orbitales; pero, al mismo tiempo, lo suficientemente cerca de éste para poseer elementos químicos pesados (se llaman así porque su masa atómica es más pesada que la del hidrógeno y el helio que son los elementos más ligeros del universo) fundamentales, como no podría ser de otra forma,  para la vida.

Referencias:

Nuestro sistema solar: Su lugar en el cosmos. Stuart Ross Taylor
– El planeta privilegiado. G.González y Jay W. Richards

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